Aparte de conocer las ruinas del circo, lugar donde se desataban las pasiones de los antiguos emeritenses, este paseo nos impresionará por dos motivos: en primer lugar por que descubriremos que los romanos unían la ingeniería a la belleza monumental y, en segundo lugar, por que siguiendo esta ruta podremos obtener una idea clara de la importancia que tuvo Mérida durante los albores de la cristiandad en la península y el significado que siempre ha tenido la Mártir Eulalia para los emeritenses. La ruta tiene una distancia de 2,69 kms.
La ruta comienza en la Avenida Juan Carlos I visitando el CIRCO ROMANO (1), uno de los circos mejor conservados del Imperio y, también, uno de los más grandiosos. Sus dimensiones lo certifican, cuatrocientos tres metros de largo por noventa y seis y medio de anchura. Allí se podrá visitar el Centro de Interpretación del Circo, que posee un mirador en la parte superior que permite ver el trazado íntegro del circo. Además, en su sala expositiva, se ofrece al visitante diferentes aspectos relacionados con los circos romanos mediante varios recursos didácticos: paneles, maqueta y audiovisual.
A pocos metros, justo enfrente del Circo, se encuentran el ACUEDUCTO Y LAS TERMAS DE SAN LÁZARO/RABO DE BUEY (2). Este acueducto es el que permitía salvar el valle del Albarregas a una red de conducciones de aguas que, procedente de manantiales y arroyos subterráneos ubicados al Norte de la ciudad, aún se conserva íntegra en buena parte de sus tramos. Bajo los imponentes arcos que se conservan de este acueducto pasaba la calzada que más adelante se bifurcaba bien dirección hacia Córdoba, bien hacia Toledo y Zaragoza. En el siglo XVI el acueducto romano estaba inutilizado. En lugar de restaurarlo, el ayuntamiento prefirió construir otro nuevo, que se conserva en toda su integridad. A muy pocos metros de este acueducto se pueden ver restos de una termas romanas.
Cruzando uno de los arcos peatonales del acueducto entramos en la Barriada de Santa Catalina en donde en su extremo oeste se encuentra el XENODOCHIUM (3), donde se encuentran los restos de un hospital de época visigoda. Lo conservado nos muestra un edificio central, orientado de este a oeste, de planta rectangular rematado en ábside. Dicho ábside está flanqueado por sendas habitaciones cuyos muros presentan contrafuertes.
Para llegar al próximo destino hay que cruzar el subterráneo de las vías del tren y nos encontramos un extenso solar en el cual, hasta no hace mucho, se erigía el Cuartel de Artillería “Hernán Cortés”. Las excavaciones arqueológicas que se llevan desarrollando aquí desde hace varios años han dado han sacado a la luz una gran concentración de sepulturas de época romana alternando con restos de algunas mansiones suburbanas. Cerca de ahí y a la sombra de un bloque de viviendas contemporáneo encontramos unas TERMAS Y POZO DE NIEVE (4), complejo de época romana al cual los científicos, desde su hallazgo en 1920, han asignado distintos usos: termas, baptisterio, sede de alguna religión mistérica, fábrica de vidrio e, incluso un complejo para el almacenaje y distribución de aguas. Hoy todos los trabajos parecen apuntar a la existencia de un pozo para conservar la nieve en la cámara circular inferior, de época altoimperial, en tanto que las estancias del piso superior, del siglo III o IV d.C., pudieron tener un uso termal. Lo cierto es que, entre los siglos XVII y XIX, consta por diversas fuentes que estas estructuras sirvieron para albergar el pozo de nieve de Mérida.
Si nos acercamos a nuestro próximo destino a través de la Rambla de Santa Eulalia, llegaremos a un rincón recoleto que une los Parques López de Ayala y de la Rambla. En este lugar se alza el obelisco que los emeritenses del siglo XVII erigieron a Santa Eulalia con piezas excepcionales procedentes del Templo a la Concordia de Augusto.
Subiendo por la Avenida de Extremadura llegamos al recinto que alberga el HORNITO Y LA BASÍLICA DE SANTA EULALIA (5) y (6). En el acceso al atrio de la Basílica de Santa Eulalia vemos un edificio de reducidas dimensiones que se trata de un oratorio dedicado a Eulalia, conocido popularmente como “El Hornito”. Su pórtico está realizado con piezas de mármol extraídas a principios del siglo XVII de un lugar indeterminado de la ciudad. Todas ellas pertenecieron al Templo que la colonia Romana dedicó al Dios Marte.
Ya en el interior de la basílica se pueden observar un muestrario de sepulturas de épocas bien distintas. Así mausoleos tardoromanos de considerables dimensiones, como el que está redecorado con pinturas del siglo XVI que representan estaciones del Calvario, a San Juan, Santa Ana y San Martín. O el sepulcro sellado por un mosaico en el que se representaba al difunto de pié entre cortinajes. Sepulcros de época visigoda sellados con una losa sepulcral de mármol, como el del ilustre varón Gregorio, luego reutilizado para enterrar a Eleuterio y a Perpetua. Criptas funerarias como la de los obispos hasta llegar a tumbas de egregias familias locales del siglo XVI y XVII, como la de los Moscoso o los Mejía.
Antes de dejar este conjunto arqueológico y monumental, podemos constatar que, adosado a la iglesia medieval, hay un edificio de gusto renacentista en la segunda planta, hecha toda ella a base de tapial y ladrillo, en tanto la primera planta es de estilo gótico y está levantada con cantería de granito. Se trata del Convento de las Freylas de Santiago, fundado en el siglo XVI. Al final de la calle Marquesa de Pinares se encuentra el ACUEDUCTO DE LOS MILAGROS (7), colosal acueducto que forma parte de una conducción hidráulica que traía aguas procedentes del pantano de Proserpina. Popularmente es conocida como “Los Milagros” por la admiración que causaba en lugareños y forasteros su estado de conservación a pesar de los avatares del tiempo. Y no es para menos, pues se conservan más de ochocientos metros de este acueducto, alguna de cuyas pilas de granito y ladrillo se alzan veintisiete metros por encima del terreno.
En el extremo norte, al iniciarse el pequeño valle del Arroyo Albarregas, la conducción contó con una piscina para depurar las aguas, la Piscina limaria), que servía a la vez de fuente.
Siguiendo el cauce del Albarregas, se puede contemplar el PUENTE ROMANO SOBRE EL ALBARREGAS (8). En este puente confluía tanto la vía principal que seccionaba la urbe de este a oeste, el cardo maximo, como alguna otra vía perimetral que circundaba la ciudad desde el oeste. De él partía la calzada que llevaba a Astorga y que es conocida como Vía de la Plata, calzada que se conserva parcialmente en algunos tramos a unos tres kilómetros al norte de la ciudad, discurriendo casi paralela a la Carretera Nacional 630.
Como fin de la ruta podemos ver el CASTELLUM AQUAE (9) que se encuentra en la cota más elevada del Cerro del Calvario. Hasta mediados de los setenta formó parte de la estructura de la ermita del Calvario, donde tenía su sede la Cofradía de Penintencia más antigua de la ciudad. El derribo de este edificio puso al descubierto la que probablemente fuera la torre desde la que se distribuyeran, por toda la zona norte de Augusta Emerita, las aguas procedentes de la conducción hidráulica de Proserpina.