Seria cercenar una realidad histórica sumergirse como visitante en la monumentalidad de la antigua Augusta Emerita, vivir la plenitud de su arqueología, dejando de lado ese ángulo mas desconocido para el turista presuroso: se trata de conocer Emerita como peregrino y visitar aquellos hitos que cimentaron la Iglesia más culta e influyente de la Hispania tardoantigua y del Reino Visigodo o de la Mérida Santiaguista.
A esta ciudad histórica se le computa el honor de ser fundada por Octavio Augusto, el hombre más poderoso de la antigüedad, como Colonia de legionarios veteranos y también el de ser espejo de la metrópoli en la provincia más occidental del Imperio Romano; o haber sido especialmente favorecida no sólo por sus magistrados y gobernadores provinciales, también por los patronos de la familia imperial, desde Agrippa hasta los próceres de época constantiniana, además de convertirse en capital de toda Hispania en el siglo IV; sin embargo, no haríamos justicia a la verdadera trascendencia que tuvo esta ciudad en los albores del medievo, cuando el mundo clásico parecía descomponerse como un terrón de azúcar y, sin embargo, Emerita mantuvo el esplendor de la antigua Roma a través de su comunidad cristiana.
Los devotos de la Península, la Galia Franca y el Norte de África peregrinaban a Emerita para rezar y manifestar su fervor a los mártires emeritenses y, en especial, a Eulalia. Y así como Toledo concentro en su seno el poder político con los visigodos, el obispado de Emerita se consolidó como el custodio del primer lugar santo hispano y Eulalia la primera patrona de unos embrionarios reinos cristianos, hasta que Santiago de Compostela le tomó el relevo.
Fueron precisamente los prelados compostelanos y los maestres santiaguistas quienes, tras la reconquista de la ciudad, evitaron el retorno al pasado al no restituir la sede episcopal y, de paso, las antiguas vías de peregrinaje a la basílica martirial pero, sin embargo, permitieron y alentaron la devoción de los emeritenses a su Mártir.
Mérida, como toda metrópoli antigua, ha atendido a las necesidades de los vivos y de sus muertos. Por eso, no podemos pasear por esta ciudad sin acercarnos al patrimonio religioso de la Mérida Cristiana.